Cuando sudar se convierte en un placer

Que al ser humano le gusta experimentar emociones fuertes y sensaciones poco gratas por el mero gusto de experimentar, no es un secreto. El ser humano tiene una soberana tendencia hacia el absurdo y gusta de disfrutar con extravagancias o actividades que de forma natural, no reportan satisfacción. Es el caso del miedo que limita y a nadie le gusta sentir, pero perseguimos viendo películas de género de terror en las que la sangre, la incertidumbre y la tensión, hacen acto de presencia. También hay quien goza sobremanera exponiéndose al riesgo realizando actividades como saltar al vacío colgados de una cuerda o tirarse en paracaídas. Evidentemente, todo esto se hace en entornos seguros que acotan la sensación de pavor. Sin embargo, nos gusta sentir ese subidón de adrenalina.

Otro caso de como nos gusta sufrir por placer, podemos encontrarlo en el sudor. Todo ser humano que se precie, huye de esa sensación de pegajosidad que acompaña al cuerpo y humedece la ropa. Ante la presencia de esta pérdida de fluidos que tiene una misión concreta que no es otra que mantener el cuerpo refrigerado, optamos por darnos una ducha y eliminar su presencia. Sin embargo, a una parte de la población, le encanta tomar baños de vapor para sudar por gusto y placer.

Como nos aseguran los expertos en saunas finlandesas de Saunas Lux, el sector vive un auge y las saunas llegan hasta las viviendas particulares. Tomar saunas de cuando en cuando ha pasado de ser una moda o un lujo, a ser algo placentero y relajante que procura excelentes beneficios al organismo. Pero la sauna no es un invento nuevo, sus orígenes se remontan milenios atrás según estimaciones históricas. Debido a ese revival que está viviendo el uso de la sauna en los últimos años, hemos creído conveniente, dedicar un post a sus orígenes, porque la historia nunca está de más y el saber no ocupa lugar.

Del agua helada al baño de vapor

A causa del aumento en popularidad de la natación en aguas frías, parece ser que ha surgido un renovado entusiasmo por su contraparte caliente: la sudorosa sauna. Mientras que los países nórdicos y otros lugares del mundo, se dedican a abrir nuevas saunas de uso público y privado, los ya existentes están colapsados de usuarios. Este tipo de espacios para sudar por gusto, están disponibles en toda suerte de formas y tamaños, desde los más rústicos y humildes, hasta los más lujosos dotados de alta tecnología. Esta actual pasión por el uso de las saunas contrasta con sus remotos orígenes, pues parece ser que su primera manifestación, sucedió en un pozo. Literalmente un hoyo que fue excavado en la tierra con un montón de piedras en el fondo que eran calentadas por una fogata.

Una vez que la fogata calentaba las piedras, el pozo se cubría con acacias, paja o turba sobre las que se tiraba agua para que el calor de las piedras, generara vapor. Aquellas primeras casas para sudar, datan de la Edad de Bronce y han sido desenterradas por todo el Reino Unido e Irlanda. No solo los anglosajones de la época gustaban de sudar en los pozos, culturas como el islam o los indígenas del México o América del Norte, fabricaban en su momento, casas y cabañas para sudar. De donde nos viene el gusto, pues no se sabe con certeza. Aunque según un estudio llevado a cabo por la prestigiosa Universidad de Harvard, la tradición nativa americana de las cabañas para sudar, incluían ceremonias y rituales que consistían en ritos de preparación, rezos y purificación. Entendemos que del alma.

El lejano oriente, no podía ser menos, pues nos llevan la delantera en infinidad de aspectos, siendo Japón muy proclive a utilizar las cuevas naturales como baños de sudor que, paulatinamente se transformaron en baños ubicados en templos e inmediaciones de los monasterios. Parece ser que cada cultura, a través de cada época, ha disfrutado a su manera de su propia sauna o baños para sudar. Desde el hamán otomano o baño turco, al temazcal maya o el banya en Rusia, hasta las populares y archiconocidas saunas finlandesas, las terapias de calor, han superado la prueba del tiempo. Con sus picos de popularidad creciente y decreciente, las saunas, han cruzado los continentes de uno a otro a través de las diferentes interacciones entre humanos.

Actualmente, la gente acude a sus baños de vapor como una práctica de autocuidado que se añade a su rutina, como sucede con el yoga, los masajes o tratamientos de belleza que podemos encontrar con facilidad y, constituyen el antídoto perfecto para aliviar las tensiones y el estrés del estilo de vida tan ajetreado que llevamos en el siglo XXI.

No obstante, siglos atrás, el rol de la sauna era diferente, más allá de proporcionar una sensación de bienestar o considerarse el lugar ideal para relajarse, se trataba de un espacio para lavarse, cocinar, secar lino o centeno, fabricar jabón, lavar la ropa, cuidar enfermos, etc. Una sauna podía ser perfectamente un lugar para dormir o encontrarse con alguien en secreto, en tanto que la sauna semanal, consistía en purificar a las personas para acudir a la iglesia y en el Sabbat, definir el paso de una semana a otra.

En cuanto a los aspectos espirituales de la sauna, eran muy importantes para los antiguos finlandeses o los nativos americanos que adoraban a los cuatro elementos dentro de la sauna. Consistía en un microcosmos de los tres niveles del universo: reino superior, (mundo celestial), reino medio (la Tierra) e inframundo. Todo el simbolismo central replicaba los pertinentes ciclos de crecimiento, interconexión y simbiosis, cuya meta consistía en alcanzar estados alterados de conciencia elevada y rejuvenecimiento.

Finlandia consideraba la sauna como parte importante para la curación, por ser considerada como un lugar estéril, cálido y privado en el cual la gente, creía estar cargando el poder de los ancestros y diferentes deidades. No se trataba de un mero lugar físico y terrenal, pues lo consideraban un punto lineal en el que convergían este mundo y el otro.

Aires de espiritualidad y practicidad

A finales del siglo XIX, en Finlandia se declararon ilegales las curaciones populares y por consiguiente, hablar de las prácticas espirituales o sobrenaturales de la sauna se convirtió en un tema tabú. Por aquel entonces la sabiduría popular se pasaba en secreto de boca en boca, de la mano de las bañistas ancianas que procuraban la vigilancia de las saunas curativas.

Desde entonces, tanto finlandeses modernos como los que tienen raíces profundas en la cultura de la sauna, los escandinavos, las naciones bálticas y Rusia, aprecian la combinación que ofrece lo espiritual con lo práctico. En conclusión, podemos decir que aunque se cree que la palabra finlandesa sauna, procede de la palabra sámi soudnje (hoyo en la tierra), los finlandeses no son los creadores de la sauna.

Por ejemplo, países como Estonia, poseen su propia herencia de la sauna. En el año dos mil trece, la sauna ahumada de Estonia, se incluyó en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco. Esta sauna, consiste en una cabaña de madera típica, sin chimenea, en la cual las rocas se calientan con un fuego abierto que genera un aroma relajante.

No obstante, para los finlandeses, la sauna es uno de sus símbolos nacionales, porque constituye un ritual casi diario para ellos. No en vano disponen de tres millones trescientas mil saunas para sus cinco millones y medio de habitantes. Estas prácticas cotidianas son relevantes para su identidad como nación, ya que forman parte de un entendimiento compartido sobre lo que implica ser ciudadano de un país en concreto. Ellos consideran que la sauna sienta las bases para comprender en que consiste ser finlandés.

La cultura de la sauna es parte integral de la vida de los finlandeses, siendo la primera experiencia en la sauna al poco de nacer. El carácter finlandés, se imbuye en la filosofía sisu que viene a definirse como la fuerza de voluntad única que poseen los finlandeses y esa determinación de no darse por vencido ni escoger el camino más fácil.

Resulta interesante comprobar como para un país, la sauna representa la base de su cultura y filosofía, mientras que para la inmensa mayoría de usuarios de otros lugares, supone un momento de relax, un tratamiento de belleza o una manera de sudar sin realizar el más mínimo esfuerzo. Tal vez si no solo copiáramos el uso de la sauna con sus múltiples beneficios a nivel físico y adoptáramos parte de su cultura, otro gallo nos cantaría y sacaríamos mayor provecho a este ritual tan particular. Sin embargo, las culturas de los países nórdicos donde gobierna el frío, parecen más sólidas y están más arraigadas que las culturas que ostentamos en países donde brilla el sol y la sangre está más caliente. Quizá por eso la cultura española se conoce por cosas tan neandertales como los toros y las de más arriba por su fuerza de voluntad.

En cualquier caso, la sauna une culturas, pues en la actualidad, no hay lugar del mundo que no disponga de ellas, con independencia de su origen y el valor de su uso.

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